Después de que las olas
iban y venían. Rompían en las rocas, y salpicaban la orilla. Llegó la calma.
La paz y la serenidad. Un
horizonte amarillo con un sol enorme.
El agua brillaba, como si
estuviera lleno de diamantes.
Todo hermoso y perfecto.
Y yo, sentada en la arena
fina, mirando al infinito, supe que un nuevo día había llegado.
Un día en el que no
volvería a sufrir por ninguna tormenta.
En el que la brisa me
acariciaría y me envolvería con su frescura.
Di las gracias al tiempo,
por enseñarme a esperar las cosas buenas. Y a aprender de las malas…
Por haber dado el paso de
romper con todo lo que me hacía daño aún sabiendo que podía perder.
Sin creer que hay ángeles
en el cielo, sentí que alguien desde arriba me ayudaba a superar todos los
baches.
Por mí. Por ella. Por la
justicia.
Y así, dejamos lejos la
maldad y la mediocridad que nunca podría esperar de un ser humano.
Y empezamos a aprender a
vivir en un mundo nuevo.
Y me sentí fuerte. Poderosa.
Pudiendo romper con todo.
A partir de ese día. No me
puede nada, ni nadie.
Y con todo. Pisé fuerte
la arena que enterraba mis pies descalzos… Y caminé…
___________________***Klara***
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